jueves, 13 de septiembre de 2018

VIVENCIAS ¿QUÉ LEER? El columpio de los sonámbulos




La minificción, aunque se ha cultivado desde hace ya varias décadas, es en el contexto actual donde ha estallado como un boom. A lo mejor, la prisa del diarismo, el pluriempleo y la evidente reducción del sistema horario (donde ya el día no tiene veinticuatro sino 14 horas), ha hecho que la lectura tenga un espacio también muy reducido. Aunque esto no es absolutamente cierto, es la impresión de quienes compartimos el planeta hoy día. Ya el tiempo no alcanza ni para soñar.

En ese contecto, Fari Rosario, se ha dado la tarea de reunir en su selección “Columpio de los sonámbulos” a 38 autores dominicanos que han cultivado el “microcuento”. En este libro se puede apreciar una gama de ficciones, diversas, además de su contenido, por la diferencia generacional de sus autores. Encontramos desde clásicos de la literatura dominicana como Manuel del Cabral, Manuel Rueda o Virgilio Díaz Grullón, hasta clásicos contemporáneos como Marcio Veloz Maggiolo, León David, José Alcántara Almánzar, Arturo Rodríguez, Pedro Antonio Valdez, Manuel Llibre Otero, Noé Zayas, Rafael Peralta Romero, Pedro Peix, Ángela Hernández y Carmen Imbert junto a otros narradores de la actualidad literaria nacional que, si bien no son tan prolíficos, van trillando su camino en el mundo de la palabra escrita, ahí vemos a Fari Rosario, Gerardo Castillo, José Cepeda García.

Uno de los aportes de esta antología es elección novedosa de textos desconocidos de autores importantes que ya han calado un sitial preponderante en nuestras letras. Denota que el autor se embarcó en una investigación bibliográfica para lograr el “Columpio de los sonámbulos”, lo cual es una buena noticia para el género del microrrelato, significa que el lector tendrá la oportunidad de mirar a nuestros autores en textos que, aunque breves, poseen una sostenida calidad.

Rosario ya tiene en su haber varias publicaciones, entre ellas: “El jabalí y otros minicuentos”, “El coleccionista”, “Polvo y olvido”, “El discurso de la interioridad” y “La condición humana en Una rosa en el quinto infierno”.

Por Ibeth Guzmán



Diálogo con Fari Rosario, por Luis Martín Gómez

Fari Rosario hizo lo que yo había prometido hacer y no cumplí, una antología de la minificción dominicana, que él ha bautizado con el sugestivo nombre de “El columpio de los sonámbulos”.


FR Se me ocurrió el título viendo a unos niños columpiarse en un parque y lo asocié a lo que considero es una tendencia de la literatura dominicana, el sube y baja (en su producción, en su calidad). Los sonámbulos vendrían a ser los lectores mientras leen una obra.

Fari dedicó su antología a Luis Díaz Ulloa, su abuelo materno que le contaba historias (comprensible) y al filósofo Heráclito (¡sorpresa!).

LMG Explícame…

FR Estudié Filosofía y siempre me gustaron los filósofos presocráticos, especialmente Parménides y Heráclito,  quien dijo que “en el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”.

Siendo Fari licenciado en Filosofía, habiendo publicado un libro de minificciones y teniendo otros tres a tiro de imprenta, y luego de haber devorado las teorías de estudiosos y creadores del género; se puede afirmar, sin el riesgo de concesiones por amistad o simpatía, que se ha ganado por méritos acumulados el derecho a antologar los “textos chiquitos” dominicanos.

Por supuesto, este reconocimiento no lo librará de mal de ojo e intimaciones mediante acto de alguacil de los que quedaron fuera del ramillete y no entienden que una antología es un acto de selección, de escogimiento, excluyente por definición y muchas veces por necesidad, porque si no, la obra terminaría siendo un librón inmanejable que habría que editar con ayuda de publicidad comercial, como la guía telefónica.

(Ahora bien, para ser justos con esos asesinos en potencia en que pueden convertirse los ‘afuereados’, debo decir que también hay antologías que se hacen precisamente para dejar fuera a algunos autores, por desquite, envidia, chisme de patio, malquerencia, lucha tribal, insania, Alzheimer conveniente y otras causas que darían para elaborar una antología de la mezquindad).

Sin embargo, doy fe y testimonio (manos sobre la Biblia o sobre “Los versos del capitán”, según se crea o se ame) de que este muchacho buena gente de Moca, rostro quiquiriquí, que suele engolar la voz para que pensemos que es más viejo de lo joven que realmente es, no es -por ahora y protéjalo Dios- persona capaz de tal trapacería.

De todas maneras, le he recomendado, por si las moscas, un resguardo de Babalú Ayé traído desde La Habana que lo cuide de la viruela, la lepra, las enfermedades venéreas y otras sarananas que le echarán atrás, o se consiga una imagen de la Virgen, preferiblemente la de Guadalupe (tengo pruebas), que es una especie de todo incluido espiritual, porque la Virgen es la Virgen.

LMG Creo que sólo te salvarás de la hoguera si explicas bien tu criterio para seleccionar esos 128 textos de esos 38 autores

FR Partí de una reflexión teorética sobre la evolución de la minificción en nuestro país. Lo primero que hice fue leer toda la minificcion dominicana publicada, y seleccioné las obras según el criterio utilizado internacionalmente para estos fines: que el texto no pase de 400 palabras, aunque estoy consciente que lo del número de palabras es relativo y no debe poner una camisa de fuerza al género.

Fari explica que el otro criterio que utilizó fue que los textos seleccionados cumplieran con siete características que según los teóricos del género debe tener una minificción, y que él cita en la introducción de su antología: “Brevedad, referentes culturales, complicidad con el lector, dominio de los recursos lúdicos, movimiento, virtualidad y tendencia a lo multívoco”.

FR He ido forjando mi propia opinión sobre el género y pienso que el verdadero protagonista de la mini ficción es el lector, porque es quien, una vez metido en el texto, completa la historia. También pienso que una buena minificción  debe permitir varias interpretaciones; la minificción con un solo final es definitivamente mala.

Además de tener una idea propia de lo que es este género, la lectura de tanta minificción local le ha permitido a Fari Rosario ver tendencias técnicas y temáticas. “Nuestra minificción tiende a la crítica social, aborda la metafísica, y establece diálogos con la tradición en base a otros textos conocidos. Técnicamente, utiliza mucho los recursos cinematográficos, la parodia, los juegos de palabras y la mezcla de planos”.

Si se fijan, en las últimas frases Fari empezó a hablar de nosotros, es decir, de los otros y de él, porque como antólogo no pudo resistir la tentación de auto antologarse,  cosa que ya ha sucedido con otros compiladores dominicanos.

Por eso, Fari, es un mal endémico, o en todo caso, un pecado venial, como romper la dieta a mitad de semana, o incumplir la promesa de hacer una antología de la minificción dominicana, deuda que tú has saldado en nombre de (casi) todos los minificcionalistas, con valentía y buen tino.

La frase


Manuel Rueda

Insomnio. Cuando al tirano lo aquejaba el insomnio, en vez de ovejas contaba a sus víctimas. Una, dos, tres, cien, mil… Y antes de agotar la cuenta, se sumía en un sueño inocente, reparador”.

martes, 16 de julio de 2013

La castaña, por Fari Rosario


La tierra es azul como una naranja
Paul Eluard



http://imendez.blogspot.com/2012_02_01_archive.html


Camino con un cigarrillo en las solapas de mi conciencia
Voy por las calles nubladas de humo y miserias humanas  
Camino con el peso de los días y con plomo en mis manos estériles
Me detendré en la esquina de “los productos nostálgicos”
Y te compraré una hermosa castaña amarilla.

Con ella pretendo profanar el rito de la cotidianidad, afilar los cuchillos
recuperar la saliva, el movimiento y los susurros que se perdieron en la planicie
de los folios, de la tinta y los recortes de periódicos con sus palabras muertas.
He encontrado las huellas y la memoria de mi castaña
Ella me habla como lo hacen las blancas piedras del río Yaque del Norte
Quizá pretendo almidonar los sueños y que no mueran de hambre
               los hijos de nuestra larga vigilia en el valle septentrional.  
La vigilia se teje como telaraña en el rincón de los días.
Mi castaña es redonda como la duda, como el pozo de tus ojos
que me orienta y me sorprende en las noches largas de octubre.

Definitivamente le haré un museo y la bautizaré con un verso de Vallejo
No la herviré aunque vengan cien días de guerras y penurias
La exhibiré en mi sala cual si fuese un amuleto marino porque
         tu castaña me ha revelado el círculo del placer,
        los límites fronterizos de mi alma verde, de mi descenso dibujado, marcado
  almidonado de deseos
            Tu castaña es la huella
 Me conduce en silencio a la tierra

             donde duerme mi terrible bestia erótica.  
©Fari Rosario

¡Luz, cámara y reseña! Por Fari Rosario

¡Luz, cámara y reseña!
Por Fari Rosario

¡Luz, cámara y reseña! Hablemos de reseña… Alguien dijo hágase la reseña y comenzaron a nacer las palabras, los pensamientos y las intuiciones, nacían y de repente caían como flores de amapola. Y pensar y sentir que un oscuro poeta del Cibao le escribió una bella canción a la negra Pola. Ay, la negra Pola! Será porque la palabra es oscura y espesa como la noche y así engendra limbos, demonios, demiurgos y legiones de sirenas que mantienen en vilo a las ciudades y a los hombres que las habitan.
La re-seña es volver a la señal, a la huella, a la indicación primorosa, al escenario que es motivo de asombro y admiración. Es como volver a mirar el dorso de la mano, ver que el reloj marca las cinco de la tarde, en cualquier momento entrará el profesor, trajeado y planchado, a lo mejor con una flor en las solapas de su frac. Sí, entrará y se anunciará con su voz de pedagogo y su filing de actor. Lo cual no es piedra de escándalo sino chispa, fuego de miradas y empatías verbales, pues como ustedes saben así son los profesores modernos.
Pues bien, el reloj se desangra en el aula 214 y mis compañeros comienzan a fustigar la memoria de Vossler. A lo mejor dirá, el pobre, en su limbo espiritual, ¡pero qué dicharacheros son estos muchachos y qué mal tratan mi doctrina!
Hilsdorf, Vossler

Así es como toman la palabra varios sibaristas con aire de pedagogos y exégetas de la ciencia: Ángela Caba, Marcial (a veces con voz suave y en otras con tono marcial), Haideé, Fari, entre otros. Todos comentan y desmenuzan el pan de Vossler, o sea, su visión del lenguaje como energía, como actividad creadora con carácter espiritual y no como producto. Todos se mueven, jadean, replican, refutan, se quejan.
De repente aparece una nube, no es una amenaza de lágrimas sino de catarsis colectiva, extendida y hasta flexiva. Alguien se queja de que no ha visto a Chaplin, mejor dicho de que en todo su rodaje y actuación no le han permitido saborear el suculento plato y las delicias de Saussure y de Chomsky. Se suman otras voces con el mismo sentir, dicen: se está acabando la película y no hemos ido a la fuente, no hemos leído a los dos maestros del pensar, del filosofar y el lenguetear. Las horas pasan como pasan las escenas sigilosas de un solo plano en el interior de una vieja casa. Cae la noche, descienden las voces y el escenario está más calmado. ¡Al menos eso pensamos!

Ferdinand de Saussure
De nuevo aparece el profesor, trae un texto en la mano, una sonrisa en los labios, y casi en secreto nos invita a entrar en los espacios y el laberinto de la lógica para cortarle la cabeza a un monstruo y demostrar así que el laberinto y el monstruo son equivalentes, tautológicos, lo que hace la diferencia es la forma o el modo de acercarse…… Como imaginarán estamos viviendo otra escena de la misma película pero ahora la cosa es más intensa, agobiante, crea incertidumbres infinitas.


Un silogismo. Cuatros escenas que parecen un negro escarabajo; nos han dado unos minutos para ensayar, sí, y luego una sola masa a los pies de cuatro textos y muchos sujetos pensando, murmurando, rascándose el casco, calculando cifras con lápiz –a  veces con calculadoras– cantando y al mismo tiempo maldiciendo la complejidad topografía de la ineludible modernidad lingüística.  

Al final, todos corren al encuentro del monstruo, todos quieren abrazarlo y besarlo, simplemente quieren comprender la película y el lenguaje que une a todos los actores del mundo más allá de silogismos, de los teoremas conceptuales y del misterio de las palabras. Silencio. 
©Fari Rosario

lunes, 15 de julio de 2013

Presentación de la novela EL MISTERIO DE LA CORBATA VERDE de Manuel Salvador Gautier, por Fari Rosario

Presentación de la novela
EL MISTERIO DE LA CORBATA VERDE de Manuel Salvador Gautier
Por Fari Rosario


Hubo un tiempo en que el hombre andaba desnudo, peludo y andrajoso. El hombre luchaba cuerpo a cuerpo con los monstruos de la necesidad y las leyes implacables de la sobrevivencia. Esa lucha se remonta a la génesis misma de la palabra, a la extensión y el eco retumbante de los gritos guturales del hombre en medio de las cavernas, cuando la desolación nublaba sus ojos y el trueno escindía su sombra; ese hombre quizá solo buscaba erguirse sobre sus pies y expresar su soledad, sus miedos nocturnos a la intemperie. Para entonces el hombre no usaba corbata, ni chequera, ni pistola, ni conexiones inalámbricas ni androides sofisticados como los que conocemos hoy, pero el hombre ya sabía, por mero instinto animal, que tan solo sobrevive el más fuerte, el más temido, el poderoso.
Con el paso del tiempo, el hombre se dio cuenta de que precisaba de estrategias y mecanismos severos para preservar su territorio, su parcela, sus caballos y sus tesoros; hizo otro tanto para cuidarse del fisco y sus imposiciones inclementes, y es así como surgen la milicia, la policía, los guardianes, los escuadrones, los detectives y los mafiosos.
El misterio de la corbata verde, la novela que hoy presentamos de Manuel Salvador Gautier nos pone en contacto con el telar variopinto que conforma la modernidad con sus realidades perversas e sus iniquidades: el secuestro, el simulacro, el engaño, las agencias y lar argucias de la inteligencia y el asesinato por encargo. Todo se vale y tiene valor en la variopinta sociedad moderna.
Con esta novela, Gautier amplía su repertorio de novelas publicadas que comenzó con la publicación de Tiempos para héroes, una tetralogía dio a conocer en 1993, y reconfirma su talento innato para fabular, para tejer historias auténticas y su poder para transformar la realidad a través de la ficción y la imaginación.
El argumento de esta historia, con atmósfera policía y detectivesca, se resume en pocas líneas: narra la historia de un viaje de negocios de un hombre entrado en edad, Ernesto Ulrich, que no oculta su hazaña de haber servido y defendido los intereses de Trujillo. Él era un coleccionista empedernido de corbatas italianas. Mientras caminaba por una de las calles de Nueva York vio una corbata verde que le llamó mucho la atención, volvió por ella días después pero ya no estaba. Al ver a un hombre que lleva una corbata verde puesta, decide seguirlo pues entiende que esta es la persona que se le adelantó en la compra. A partir de este hecho se revela una inesperada trama de una banda de terroristas que busca secuestrarlo para robarle un millón de dólares y al mismo tiempo que buscan, desesperadamente, una clave para apropiarse de los millones de dólares acumulados por Rafael Leónidas Trujillo en un banco de Suiza.
Lo primero que llama la atención de esta novela es su carácter intrigante, su carácter policial y desafiante. Quien conozca la producción novelística de Gautier sabrá que sus historias están inspiradas en hechos históricos, en pasajes nacionales y patrióticos, en luchas espirituales e intuiciones poéticas. Esta novela por tanto es una visible ruptura; la novela como tal no solo nos revela dimensión nueva de los acontecimientos en el mundo sino del autor, Doi Gautier.
La novela está montada con la descripción de dos objetos fetiches, como los llaman los estudiosos de la novela. El primero es la corbata, sobre la que nos dice el personaje narrador: “No me imaginaba poniéndomela. Solo quería poseerla, como el coleccionista que soy. Tener a mi disposición un objeto hermoso, que representaba la culminación de toda una tradición de diseño italiano en el área de ropa masculina”. El otro objeto, el segundo, es la descripción de un paño a colores, con una letra en idioma akateka que hace referencia a cuatro animales.
El ángel guardián del coleccionista parece ser su sobrino Gus, experto en jiu jitzu; mientras que el malo de la película es el supuesto Manuel Madorro y sus secuaces, lobos entrenados para devorar corderos.
La novela está socavada por una polaridad ideológica de un visible maniqueísmo, por la propensión y la justificación del signo metafísico de occidente (tal como lo denomina Henry Meshonnic), o sea, por el visible enfrentamiento entre el bien y el mal; entre la virtud y el vicio, entre los hijos de las tinieblas y la Luz.
La novela está narrada en primera persona; los recursos técnicos son simples, horizontales y con  personajes planos, pues lo que predomina es la hegemonía de la intriga y también el suministro y relativo dominio de la información. En ese sentido la novela contiene, a mi modo de ver, varios hallazgos. Expliquemos y maticemos:
1.      Estamos ante una historia de engaños, simulacros, de mercenarios y armadas inexistentes.
2.    La trama es original, auténtica, tejida de un modo azaroso e incidental, a golpes de sudor e imaginación se nos muestra la bandera de la causa noble frente al atropello y las perversidades de los malandrines.
3.    La intriga  que se mantiene hasta el final de la novela, se construye por ampliación topográfica y sucesión de datos. Aunque claro, el dato escondido aquí es la dimensión profunda del paño con los cuatro animales que describí anteriormente.
4.    Y finalmente, hay que destacar el vínculo o los vasos comunicantes entre Gautier y Junot Díaz. Pues los dos se dejan seducir por la realidad virtual, los juegos virtuales y los héroes de pantalla. Pero aún más: hay un hallazgo notorio y que hay que subrayar: el novelista trastoca la realidad virtual y la confunde la explicación de la lógica fría y vulgar que gobierna los hechos del mundo. En este sentido, nos dice el narrador: “Me había descuidado, no le di mantenimiento al dispositivo y el sistema no funcionó. Había calculado que sería como en las películas de James Bond, el Agente 007, con sus aparatos curiosos que funcionan automáticamente y le resuelven de una vez los problemas al agente”.
Estos hallazgos sostienen y fundamentan la narración de esta novela, aunque a veces se sienta brusquedad en el  salto de una escena a otra. 
La novela policial como género está dominada por la intriga y las pesquisas. En nuestro país, de hecho, son pocos, muy pocos, los escritores que han cultivado este género que es un desafío a la inteligencia y al modo de percibir de los sentidos. Nunca olvido la pasión que sentía Onetti por las novelas policiales al igual que Borges.  
El misterio de la corbata verde es una de las pocas novelas pertenecientes a dicho género donde el centro de la pesquisa no lo constituye la secreta topografía de un asesinato, sino que aquí el núcleo viene dado por el poder mismo que tiene la información y el lenguaje humano.
En definitiva, amigos y amigas, El misterio de la corbata verde es una metáfora alusiva a una realidad fría y macabra que pervive y convive con nosotros: me refiero al salto generacional, al  advenimiento y el predominio de realidades virtuales de hoy en día pero sobre todo nos muestra la atmósfera espiritual de una época, de unos hombres que ambicionan el dinero y el poder político.
 El foco temático de esta novela de Gautier no solo nos abre a una dimensión nueva de su producción sino que nos invita, en silencio, a una lectura que supone el acercamiento a una ineludible y terrible experiencia que vive Latinoamérica: el secuestro y la violencia sin escalas. Este es un tema vigente, actual, digno de análisis y meditaciones.
El novelista ha armado su universo ficcional y nos invita a mirar y a tocar, pues esa realidad vive con nosotros, como la vestimenta que tenemos guardada en nuestro closet para el día de la dicha o para el día de la inesperada desgracia.


¡Muchas gracias y buenas noches!

martes, 3 de enero de 2012

La fuerza del fetichismo y la fatalidad en el discurso narrativo de Camilo José Cela


Disfrute a continuación del resumen realizado por el propio autor de la Conferencia
"La fuerza del fetichismo y la fatalidad en el discurso narrativo de Camilo José Cela" que fue dictada por Fari Rosario: poeta, narrador, ensayista y profesor universitario, el pasado sábado 5 de marzo, 2011:

La fuerza del fetichismo y la fatalidad
en el discurso narrativo de Camilo José Cela

Por Fari Rosario

En esta investigación me propongo analizar y delimitar las manifestaciones telúricas y
las fuerzas fatalistas que  circunscriben y sirven de andamio al discurso
de Cela. El objetivo fundamental es analizar y profundizar en las expresiones del fetichismo y la fatalidad que introduce CELA en su novelística como elemento sustancial y simbólico, por
ejemplo, elementos tan importantes como  la expresión de la quiromancia
y la tauromaquia.
Camilo José CELA

Nota: lo que sigue a continuación tan solo es un resumen del tema y el corpus del trabajo. El análisis tiene como punto de partida enfocar y abordar cuatro de las novelas de este notable escritor español:

La familia de Pascual Duarte (1942)
Cristo versus Arizona (1988)
Mazurca para dos muertos (1983) 
El asesinato del perdedor (1994).

Por lo pronto conviene comenzar delimitando los conceptos básicos. El fetichismo, tal como lo entendemos hoy en día –con toda la luz que han arrojado la Antropología y las ciencias humanas sobre el tema– se manifiesta, o mejor aún, su medio de manifestación hegemónica es la tergiversación de la imagen, es decir, el poder  mágico o sobrenatural que tienen ciertos objetos para un individuo. El fin último de un fetichista es la excitación y encarar su turbio estado de conciencia.

En este sentido, el  fetichismo es el motor para medir la reacción y el miedo de los hombres, o su actitud real frente mundo y su caótico estado de cosas. En suma, el fetichismo es el espejo según el cual un pueblo siente y enfrenta la inexorable realidad que lo circunda.

La fatalidad se  define como el insoportable peso (inevitable por lo demás) de la desgracia o la maldición, o sea, el hecho mismo de no poder escapar a la fuerza del destino. La fatalidad, como ya dijimos en páginas anteriores, no se manifiesta solo de un modo unívoco, sino también multívoco. En esto radica su diferencia más notable con relación al fetichismo. Vale decir, entre paréntesis, que la fatalidad (del talín fathum, y del griego ananké) es uno de los temas más antiguos, según los testimonios que hemos heredado de la inmortal literatura de Grecia y de Roma.

La fatalidad en el discurso narrativo de Cela se manifiesta de tres modos diversos. Estos modos o dimensiones son:

1.     La desgracia o maldición del destino.
2.     La maldición de carácter telúrico: los poderes tórridos y terribles de la tierra.
3.     La desgracia personal: el peso de las frustraciones y la culpabilidad ante la
sociedad.

Si nos detenemos en el  primer modo o aspecto, la desgracia o maldición del destino, constataremos que esta manifestación típica de su discurso narrativo no es un mero fenómeno, ni mucho menos un melodrama para hacer la narración más interesante. La desgracia es un modo de ser y de vivir, y por ende, constitutivo e inexorable. O sea, la desgracia hace que el individuo tenga una conciencia grave y una oscura visión del mundo.

Sin embargo, tal parece que la maldición está predestinada. Esto justifica que CELA, en las primeras diez líneas de su primera novela publicada La familia de Pascual Duarte (1942), nos conecte a uno de los emblemas que marcará toda su producción novelística.

La desgracia del destino es tremenda, terrible e inexorable; esta conciencia sinuosa y desgarrante es lo que envuelve la personalidad y el talante existencial del personaje llamado Pascual Duarte, y lo que lo lleva a confesar:

Yo, señor, no soy malo, aunque no faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte[1].

La desgracia o la fatalidad –cual si fuese una madre tremenda o el gesto furioso de Saturno– tiende a estampar a sus hijos para diferenciarlos del vasto redil de los hombres. Esta singular impronta de la fatalidad llega a condensar los más antiguos resquicios del mithos de Eros y de Thanatos, o sea, del posible entronque del amor con la muerte. Y más aun, podríamos decir que tiende a rayar en la macabra y grotesca realidad rabelesiana y exalta, de un modo sutil y mordaz,  ciertas dimensiones del realismo mágico.

 Estas dimensiones ponen de manifiesto, con acentuada espontaneidad, las alegorías más crueles del Corral O.K. Allí es donde se circunscribe toda la acción de la narración Cristo versus Arizona. Esta realidad macabra es la médula de la obra. En dicha obra Cela muestra gran espontaneidad y un sobrio dominio del lenguaje, así como una deslumbrante técnica del monólogo interior.

Así pues, el sello de la fatalidad se manifiesta en el personaje-narrador como algo cruel e inevitable que permea continuamente su conciencia, esta crueldad en expansión se convierte en una rémora que no le permite definir su identidad, esto lo hace proscrito y también lo hace desconfiar del mundo, pues sabe que es la víctima de una ineludible violencia metafísica:

[Wendell Liverpool Espana afirma] el hierro que tengo en el culo es una flor, todavía se ve muy clara, mi madre me siguió hablando, a tu padre, antes de mandaros a los hijos al hospicio le gustaba marcaros, no sé para qué si después les perdía, esperaba a que tuvieseis cinco o seis años para que os enteraseis bien y lo recordaseis toda la vida, tu padre me hizo once hijos pero a ti es al único que encontré, lo primero que hago cuando me acuesto con algún joven es mirarle el culo. […] me preocupé mucho cuando mi madre me dijo, Wend la flor del culo se te está pudriendo, la tienes llena de pus, a lo mejor hay que darle otra vez fuego para que no se borre[2].

El peso de la desgracia o la fatalidad es variopinto y de un cromatismo diverso. Esto es lo que notamos cuando se observa el perfil y el desfile de la galería de fantasmas y de difuntos que atraviesan la novela Cristo versus Arizona. No obstante, el chivo expiatorio o, el más desgraciado de la historia, parece ser Zuro Millor, el cholo de la mierda, que mató a Cecil Lambert Espana. Ojo con la premisa: la realidad metafísica del cholo, sí el cholo es un ser fatal y maldito desde el momento mismo de su nacimiento.
La fatalidad, por otro lado, se pone de manifiesto también a través de la maldición de carácter telúrico y a partir de la aparición de la desgracia personal, donde juegan un rol decisivo el peso de las frustraciones y la culpabilidad moral.
De lo dicho hasta aquí, podemos  apuntar algunas conclusiones:

1.    Estamos ante un discurso narrativo que se alimenta de los mitos mediterráneos y de la tradición clásica.
2.    El devenir o las peripecias narrativas se desarrollan entre dos polos:  el fetichismo y la fatalidad.
3.    La fatalidad se manifiesta de un modo multívoco y total.
4.    La fatalidad supone no solo un azaroso estado de conciencia, sino una conciencia terrible y maniqueísta     del mundo.
5.    El hombre está condenado al sufrimiento y a la soledad.
6.    Los personajes buscan afanosamente su identidad en un mundo absurdo y macabro, cuyo fundamento último es la maldición de Caín.
7.    Una literatura para ser original y auténtica tendrá que describir la peregrinación hacia la Cruz del Sur. ¡Pues el Sur no solo existe, también embiste como un toro!
8.    Las tradiciones antiguas, los desafueros de la pasión, la quiromancia y la tauromaquia son los riachuelos de los que se alimenta el discurso narrativo de Camilo José Cela.

[1] CELA, Camilo José: La familia de Pascual Duarte, Barcelona, Destinolibro, 2007, p. 25.
[2] Cfr. Ibid, pp. 8-72.______________________________

Hoja de vida de FARI ROSARIO
Nace el 10 de mayo de 1981, en Moca, Provincia Espaillat, República Dominicana. Tiene una Licenciatura en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Actualmente ocupa la Cátedra de Introducción a la Estética, en el Recinto Santo Tomás de Aquino de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Es Miembro del Ateneo Insular y del Movimiento Interiorista.
Ha publicado: El jabalí y otros microcuentos (2007); El coleccionista (2008); Polvo y olvido (2009) y El discurso de la interioridad y la condición humana en Una rosa en el quinto infierno (breve ensayo, 2009) y El columpio de los sonámbulos (2010).

MUESTRA DE LA OBRA DE FARI ROSARIO
CUATRO MINICUENTOS Y UN POEMA

INFALIBILIDAD
Si mis cuentos ultracortos son malos, la culpa no es mía; la culpa es de Voltaire y toda la legión francesa; la culpa es de Francis Drake y toda la legión italiana; la culpa es del almirante Cristóbal Colon y la legión italiana; la culpa es del empecinado Hernán Cortes y la rampante legión española; la culpa también es, en definitiva, de Enriquillo y de Fray Antón Montesinos y la maldita legión del silencio.

AMNESIA
He decidido escribir mis obras completas de un tirón. El volumen podría ser grande o pequeño, todo depende del coqueteo de las musas. El volumen terminara con la palabra “olvido”. No para complacer a Borges, sino porque así me lo dicta mi santa y geométrica voluntad. Así, pues, cuando termine el volumen me olvidaré de mi obra y de todo lo escrito.

EL BUITRE
Descendió del árbol en un viaje ligero hacia la planicie de la tierra, tras aquel bulto inmóvil sobre los matorrales, que era la primicia del atardecer. Descendió... porque los buitres también esperan a sus muertos.

NOCTÁMBULO
El hombre-bastón había olvidado su sombrero sobre la vieja mesa de la biblioteca.
Al regresar, tomó su sombrero, luego miró con parsimonia hacia la ventana, la calle y los libros. Tiempo después, se puso unos guantes de terciopelo y, caminando como una momia, se dirigió a la señorita de la recepción.
-Disculpe, ¿a qué hora sale el tren?
-Señor, en esta ciudad no hay tren...

La palabra estremecida
A la mujer, siempre a ti
Para ti no tendría tres palabras
sino la Palabra, alquimia de la piel…
Y toda palabra inolvidable comienza
con el movimiento de un río.
De un río silente y soterrado
que se ramifica en tus labios,
en las dulces cascadas de tus pechos.
Para ti sería mi única palabra
el zigzag de los helechos, los movimientos lunares,
el crujir de los trigales al despuntar el alba.
Para ti serían, en resumen,
todas mis razones de redención
a flor de piel.
Para ti que eres mi musa, mi música,
mi tabernáculo donde se inmolan los hijos del deseo.
Y un antiguo murmullo se dilata, se fermenta con la noche
Éxtasis de dos, abandono, silencio,
paraíso recuperado en las llanuras de tu vientre.
La palabra galopa en el huerto de tus ojos
en el húmedo costado, allí donde nace el himno
que estremece la carne
y que en silencio nos redime.


Publicado originalmente por Ofelia Berrido en 2/27/2011 09:10:00 PM 

Dialogo con Fari Rosario



Narrador y ensayista, autor de “El Jabalí” y otros microcuentos:
“El coleccionista”, “Polvo y olvido” y “El columpio de los sonámbulos”


“Una buena minificción debe permitir varias interpretaciones”

Escrito por: Luis Martin Gómez (yolayelou@gmail.com)

Fari Rosario hizo lo que yo había prometido hacer y no cumplí, una antología de la minificción dominicana, que él ha bautizado con el sugestivo nombre de “El columpio de los sonámbulos”.

FR Se me ocurrió el título viendo a unos niños columpiarse en un parque y lo asocié a lo que considero es una tendencia de la literatura dominicana, el sube y baja (en su producción, en su calidad). Los sonámbulos vendrían a ser los lectores mientras leen una obra.

Fari dedicó su antología a Luis Díaz Ulloa, su abuelo materno que le contaba historias (comprensible) y al filósofo Heráclito (¡sorpresa!).

LMG Explícame...

FR Estudié Filosofía y siempre me gustaron los filósofos presocráticos, especialmente Parménides y Heráclito,  quien dijo que “en el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”.

Siendo Fari licenciado en Filosofía, habiendo publicado un libro de minificciones y teniendo otros tres a tiro de imprenta, y luego de haber devorado las teorías de estudiosos y creadores del género; se puede afirmar, sin el riesgo de concesiones por amistad o simpatía, que se ha ganado por méritos acumulados el derecho a antologar los “textos chiquitos” dominicanos.

Por supuesto, este reconocimiento no lo librará de mal de ojo e intimaciones mediante acto de alguacil de los que quedaron fuera del ramillete y no entienden que una antología es un acto de selección, de escogimiento, excluyente por definición y muchas veces por necesidad, porque si no, la obra terminaría siendo un librón inmanejable que habría que editar con ayuda de publicidad comercial, como la guía telefónica.

(Ahora bien, para ser justos con esos asesinos en potencia en que pueden convertirse los ‘afuereados’, debo decir que también hay antologías que se hacen precisamente para dejar fuera a algunos autores, por desquite, envidia, chisme de patio, malquerencia, lucha tribal, insania, Alzheimer conveniente y otras causas que darían para elaborar una antología de la mezquindad).

Sin embargo, doy fe y testimonio (manos sobre la Biblia o sobre “Los versos del capitán”, según se crea o se ame) de que este muchacho buena gente de Moca, rostro quiquiriquí, que suele engolar la voz para que pensemos que es más viejo de lo joven que realmente es, no es -por ahora y protéjalo Dios- persona capaz de tal trapacería.

De todas maneras, le he recomendado, por si las moscas, un resguardo de Babalú Ayé traído desde La Habana que lo cuide de la viruela, la lepra, las enfermedades venéreas y otras sarananas que le echarán atrás, o se consiga una imagen de la Virgen, preferiblemente la de Guadalupe (tengo pruebas), que es una especie de todo incluido espiritual, porque la Virgen es la Virgen.

LMG Creo que sólo te salvarás de la hoguera si explicas bien tu criterio para seleccionar esos 128 textos de esos 38 autores

FR Partí de una reflexión teorética sobre la evolución de la minificción en nuestro país. Lo primero que hice fue leer toda la minificcion dominicana publicada, y seleccioné las obras según el criterio utilizado internacionalmente para estos fines: que el texto no pase de 400 palabras, aunque estoy consciente que lo del número de palabras es relativo y no debe poner una camisa de fuerza al género.

Fari explica que el otro criterio que utilizó fue que los textos seleccionados cumplieran con siete características que según los teóricos del género debe tener una minificción, y que él cita en la introducción de su antología: “Brevedad, referentes culturales, complicidad con el lector, dominio de los recursos lúdicos, movimiento, virtualidad y tendencia a lo multívoco”.

FR He ido forjando mi propia opinión sobre el género y pienso que el verdadero protagonista de la mini ficción es el lector, porque es quien, una vez metido en el texto, completa la historia. También pienso que una buena minificción  debe permitir varias interpretaciones; la minificción con un solo final es definitivamente mala.

Además de tener una idea propia de lo que es este género, la lectura de tanta minificción local le ha permitido a Fari Rosario ver tendencias técnicas y temáticas. “Nuestra minificción tiende a la crítica social, aborda la metafísica, y establece diálogos con la tradición en base a otros textos conocidos. Técnicamente, utiliza mucho los recursos cinematográficos, la parodia, los juegos de palabras y la mezcla de planos”.

Si se fijan, en las últimas frases Fari empezó a hablar de nosotros, es decir, de los otros y de él, porque como antólogo no pudo resistir la tentación de auto antologarse,  cosa que ya ha sucedido con otros compiladores dominicanos.

Por eso, Fari, es un mal endémico, o en todo caso, un pecado venial, como romper la dieta a mitad de semana, o incumplir la promesa de hacer una antología de la minificción dominicana, deuda que tú has saldado en nombre de (casi) todos los minificcionalistas, con valentía y buen tino.

La frase

Manuel Rueda

Insomnio. Cuando al tirano lo aquejaba el insomnio, en vez de ovejas contaba a sus víctimas. Una, dos, tres, cien, mil... Y antes de agotar la cuenta, se sumía en un sueño inocente, reparador”.

jueves, 16 de junio de 2011

Un intelectual no coge una yola, tan solo aprende a nadar en las aguas turbulentas del pensamiento

  
POR FARI ROSARIO

A José Alcántara Almánzar,
A Fausto Mejía Vallejo

Un intelectual, para mí, es esto: alguien fiel a un conjunto político y social, pero que no deja de cuestionarlo.
(Jean-Paul Sartre)

La  inteligencia es uno de los grandes capitales del hombre en la ilustrada era moderna. Hoy en día existe una concepción científica y cognitiva de la inteligencia, de su estructura, sus funciones y sus límites. De pronto estamos ante una visible y plausible estratificación de la inteligencia, donde destacan, por su rigor y efectividad, los valiosos aportes de la celebrada inteligencia emocional, de Goleman; los inestimables aportes de Piaget y la contribución de Minsky a la llamada inteligencia artificial. Y más aún, tenemos noticias de diez diversos tipos de inteligencias múltiples según los estudios recientes de Gardner. La idea que queremos apuntalar se resume así: la inteligencia no es un privilegio ni un tesoro de pocos, sino un desafío ante el mundo.
Explotar, describir y moldear la inteligencia es la pauta primera de toda vida intelectual.  Recuerdo que –mientras realizábamos los estudios superiores– uno de mis amigos me decía que un verdadero intelectual es biología pura, o sea, es orgánico, y con esto él estaba retomando una de las ideas esenciales de su admirado Antonio Gramsci.
El siglo XXI parece ser la antesala de un promiscuo muladar donde conviven en perfecta armonía los ecos del rumor prolongado, de la doxa (u opinión) abigarrada e intrascendente y un fuerte bardo de información y des-información que eclipsan los sentidos y la razón.
La vida intelectual de hoy se hace difícil, resulta ser cuesta arriba y onerosa. En medio del hacinamiento, del atosigamiento y las estridencias de la ciudad, el intelectual está como Pigmalión buscando el momento perfecto y el rincón para poder pensar y fabricar su entelequia discursiva. Más aún, vale acotar que el intelectual de nuestro tiempo debe afrontar otros problemas o desafíos:
1.      El intelectual de hoy debe filtrar o colar la información; nadar, al igual que el salmón, contra corrientes. Pues el Estado, el sistema imperante y sobre todo la fábrica de imágenes y films de Hollywood se han empeñado en mutilar la inteligencia, exaltando la mediocridad del individuo que de pronto es aplastado por fuerzas mayores e incontrolables. Después de Forrest  Gump (1994), la función de Hollywood ha sido exaltar la figura del idiota; aclamar sujetos con una inteligencia mutilada, individuos de corta visión que no saben cómo usar su inteligencia y que, por lo mismo, no pueden pensar más allá de su nariz. Esto ya había sido predicho por K. Marx, pero también resulta esencial y revelador el enfoque plural de la Teoría Crítica (Max Horkheimer, Adorno, Habermas y Marcuse). Este último enfatizó el sintomático hecho de cómo la juventud de los nuevos tiempos cada vez es más propensa a la masificación y al pensamiento unidimensional.

2.    El segundo problema es la fuga de cerebros al exterior o al extranjero. Este es un factor archiconocido, sobre todo en el contexto de los países subdesarrollados. Muchos hombres y mujeres con pasión por el estudio y la vida intelectual emigran al extranjero con el objetivo de estudiar y formarse académicamente. Pero con el tiempo se quedan, pues sienten en carne viva el temor de que al regresar a su patria no se le brinden oportunidades adecuadas y, peor aún, no tener un trabajo digno.    

3.    Tercero, un intelectual de hoy no debe bajar la guardia, o sea, debe velar y fortalecer a cada instante su espíritu crítico, aún cuando practique el espíritu ecuménico, cosmopolita o tienda al multiculturalismo. Tiene que buscar una verdadera apertura a la pluralidad de voces, discursos y corrientes sin olvidar el espíritu crítico y la ecuanimidad de pensamiento. La fórmula parece ser esta: cuestionarlo todo, incluso las propias ideas que uno emite o las  que uno tiene como más certeras o asentadas.

Las universidades de hoy no están cumpliendo su función. No solo estamos ante el innegable hecho de que no se estudia y no se exige como antes, sino que, peor aún, se tiende a dudar y sospechar de los individuos que explotan su inteligencia al máximo. Hoy el paradigma no es la excelencia sino la suficiencia. Por el contrario, se sospecha de los intelectuales, y esto es un lastre que viene desde la antigüedad. Pues como diría el pensador ya clásico José Ingenieros, no hay nada más atrevido y desmedido que la ignorancia. Pero digo, lo retomo: las universidades de nuestros tiempos no exigen ni insisten en que un profesional de estos tiempos debe ser un intelectual, es decir, alguien que usa la inteligencia a todos los niveles, que mantiene el espíritu crítico y arroja luz a los problemas y desafíos que agobian a la sociedad contemporánea en todos sus estratos. Es en ese espacio donde se debe adquirir y practicar la honestidad intelectual, no hay otro.
Un buen profesional no solo está comprometido con la verdad, sino también con la honestidad intelectual. Y el Estado, las instituciones educativas y culturales tienen el ineludible compromiso de inyectar y promover esta visión. Y esto es así porque es preciso desmantelar y desmitificar los sofismas, las falacias políticas, las ideas estériles en torno al progreso y el desarrollo sostenible, las ideas que no promueven la tolerancia, la igualdad y la apertura ideológicas.
Se cree erróneamente que el intelectual debe estar al servicio del Estado, o dicho de otro modo, que este es el Leviatán que siempre termina tragándoselo. Pero el mundo occidental tiene diversos ejemplos de gente que han mantenido viva la llama del pensamiento y que, no obstante, han testificado con sus ideas y con su vida, la pasión intelectual:
Paulo Freire, Ernesto Cardenal, María Zambrano, Ernesto Sábato, Eduardo Galeano, Jean Paul-Sartre, Albert Camus, Bertrand Russell, y nuestros ejemplos más cercanos y visibles son Eugenio María de Hostos y Juan Bosch.
Pues, hoy por hoy, sabemos que un intelectual es una atalaya –aunque viva en medio de las nieblas y de las adversas circunstancias que engendra el diario vivir. Un intelectual, por esencia, no es un ancilar, ni un funámbulo, ni un lambón de los gobernadores de turno que tienen el poder, ni un ser mezquino, perezoso, parcial y que se da a la tarea de defender sus intereses, su capilla y peor aún, de hacer –si lo así lo requiere la situación– una apología de la abyección, la ignominia y la infamia. Es un ser que no calla ante la miseria ni ante el crimen. No empeña su conciencia ni usa su inteligencia para tergiversar la verdad histórica o crear inseguridad y cánceres y patologías incurables. Esto solo lo hacen –y así lo confirma la historia de las ideas– los pseudointelectuales, los de pacotillas y los bufones de las cortes y los palacios.  
Ahora que hablamos de la esencia y el rol de la vida intelectual, valdría la pena citar a nuestro gran humanista Pedro Henríquez Ureña, cuando dijo: “Por encima del ideal intelectual está el ideal de justicia”. Esta es una sentencia real, lapidaria y que no tiene espacio para dilucidarse en los blanqueados escritorios de muchos intelectuales de nuestro tiempo y de nuestro país.
Pero sabemos que un hombre que piense y que se comprometa con las dimensiones de la existencia humana tendrá como única bandera la honestidad intelectual y como credo la justicia.
Vale decir o acotar que en la vieja y avanzada ciudad de Atenas, “libre” era quien tenía discurso y capacidad de dia-logar. Dicho en otros términos, quien ponía en marcha la maquinaria del logos, o sea, los mecanismos de la inteligencia y el discurso.
Hay que practicar la honestidad intelectual. Sí, por supuesto, hay otros tipos y manifestaciones de la misma: lo que concierne al terreno moral, laboral, civil o educativo, pero quizá la primera y la fundamental sea la intelectual. Pues el hombre, antes que todo, es una animal inteligente, un ser con cultura y con memoria de su pasado.
El mundo vive bajo un terrible estado de ensoñación, de hombres y mujeres alienados y atontados por la marca más chic, por la moda, el consumismo, el espectáculo y la superestrella con mayor grado de sexappeal, en fin, el telar de la apariencia y lo superficial lo embarga todo.



Nosotros debemos practicar y enseñar a nuestros alumnos la honestidad intelectual, comenzando con las citas de los autores para que aprendan a no plagiar las ideas de los demás. Así que los que ejercen la docencia superior deben evaluar con justicia y ecuanimidad a los alumnos, mostrándoles así la justa apreciación del conocimiento y la pertinencia de los comentarios y los juicios. Esto indudablemente fomenta la autonomía del sujeto, la creatividad, la libertad de pensamiento y la esperanza. Solo con una inteligencia abierta de par en par al acontecer del mundo puede ensancharse la educación, fomentarse el principio de la esperanza (como lo llamaba E. Bloch) y creer en las posibilidades del futuro.